lunes, 31 de diciembre de 2012

No me arrepiento de nada

Hay dos razones principales (bromas aparte) por las que siempre he querido aprender francés. Una es poder leer en su idioma original el poema de Boris Vian Je voudrais pas crever. La otra es poder cantar las canciones de Edith Piaf.

Porque aunque no hables una palabra de francés, Edith, no necesita subtítulos, ni traducciones, su voz ha sido siempre lo bastante grande como para no entender de idiomas ni fronteras, pero tiene tanta fuerza, que cuando la escuchas parece, como si hablara en el único idioma posible.



Aunque no se caracterizaba por su belleza, dicen que cuando le preguntaron a Yves Montand (a quien se le atribuye una larga y "cotizada" lista de amantes) quién era la mujer más bella con la que había estado, contestó que era, sin duda, Edith Piaf. Y no me extraña, porque su magnetismo era difícilmente superado por rostros más perfectos y elegancias de boutique.

Tuvo una vida muy intensa, hay cientos de páginas dedicadas a ella y no es mi intención escribir o glosar su biografía, pero me haré eco de algo que encontré y que aunque peque de sensiblero y efectista, me llamó la atención; Parece ser que después de muchas relaciones, conoció con 46 años a Théo Sarapo, 20 años menor y del que siempre afirmó que era su gran amor, aunque todo el mundo creyó que él sólo trataba de aprovecharse de ella. Ella murió un año más tarde, legándole todo a él. Fue criticado hasta su muerte, siete años después, pero nunca hizo declaraciones públicas al respecto. Dedicó ese tiempo a ir pagando las deudas que generó en vida Edith y tras liquidarlas todas, se quitó la vida y dejó una nota en la mesilla que decía "Pour toi Edith, mon amour" (lo reconozco, soy una vulgar romántica).

Creo que, pese a todo, Edith Piaf tuvo una buena vida, vivió su vida según quiso y sin arrepentirse. Un poco como dice Boris Vian aquí:

No quisiera morir (Je voudrais pas crever)

No quisiera morir
sin haber conocido
los perros negros de México
que duermen sin soñar
los monos de culo pelado
devoradores de trópicos
las arañas de plata
en el nido trufado de burbujas
no quisiera morir
sin saber si la luna
con su falso aire de moneda
tiene un lado puntiagudo
si el sol está frío
si las cuatro estaciones
no son en realidad más que cuatro
sin haber intentado
llevar un vestido
en los grandes bulevares
sin haber mirado
en una alcantarilla
sin haber puesto el sexo
en rincones extraños
no quisiera acabar
sin conocer la lepra
o las siete enfermedades
que se atrapan allí
el bueno como el malo
no me darían pena
si yo supiera
que lo iba a estrenar
y está también
todo lo que conozco
todo lo que aprecio
que sé que me gusta
el fondo verde del mar
donde danzan las brizas de algas
en la arena ondulada
la hierba tostada de junio
la tierra que se agrieta
el olor de las coníferas
y los besos de la
que si tal que si cual
la bella que está ahí
mi osezno, Úrsula
no quisiera morir
antes de haber gastado
su boca con mi boca
su cuerpo con mis manos
el resto con mis ojos
ya no digo más es mejor
no ser irreverente
no quisiera morir
sin que hayan inventado
las rosas eternas
la jornada de dos horas
el mar en la montaña
la montaña en el mar
el fin del dolor
los diarios en color
la alegría de los niños
y tantas cosas más
que duermen en los cráneos
de geniales ingenieros
de jardineros joviales
de inquietos socialistas
de urbanos urbanistas
y de pensativos pensadores
tantas cosas que ver
que ver y que oír
tanto tiempo esperando
buscando en la oscuridad

Y ya veo el final
que bulle y que se acerca
con su cara horrorosa
y que me abre sus brazos
de rana patituerta

No quisiera morir
no señor no señora
antes de haber palpado
el sabor que me atormenta
el sabor que es más fuerte
no quisiera morir
antes de haber probado
el sabor de la muerte…

Boris Vian (traducción de Juan Antonio Tello).
Podéis consultar el original en francés aquí:
http://nadiesalvoelcrepusculo.blogspot.com.es/2011/11/je-voudrais-pas-creverno-quisiera-morir.html