domingo, 30 de junio de 2013

My favorite things



Cosas que hacen la vida mucho más agradable:

Planear regalos, fiestas sorpresa, hacer regalos, recibirlos.
La ropa y los muebles "vintage".
La música: escucharla, crearla, ejecutarla, bailarla.
Sacar parecidos a la gente.
Reír hasta tener agujetas.
El sexo en compañía, el sexo en solitario, el sexo sin amor, el sexo con complicidad, el sexo con amor. El sexo. 
Los gatos. Los felinos. Todos los animales no humanos.
Que te lleven el desayuno a la cama.
La cerveza.
Las películas de Buñuel.
Mi barrio.
El sol y el mar, juntos y por separado.
Los amigos.
La canela, el café, el chocolate, la pasta, el queso, los helados.
Hacer cosas con las manos: coser, pintar, modelar, esculpir.
Soñar.
Los mordiscos.
Los libros DE PAPEL. Los libros que te quedan por leer.
Cambiar de planes a última hora.
Los colores intensos. El color negro.
Algunas plantas alucinógenas.
El blues.
Las ciudades mágicas.

¿He dicho los amigos?

sábado, 27 de abril de 2013

El Gallo, Los Hombres Conejo y Magritte

Tengo que decir que me encantan The Doors, algo que entre determinados círculos no está bien visto decir. Supongo que es uno de esos grupos que todo el mundo conoce, gusta a la mayoría y siempre está de moda, vamos lo que se conoce como mainstream. Y reconocer que te gusta algo mainstream puede lanzarte al escalafón más bajo en menos de lo que canta un gallo (y uso esta expresión porque me parece la más adecuada ya que hablamos de música y de Jim Morrison).

Además de eso, también me gustan Echo & The Bunnymen, que ya no son tan mainstream, por lo que puedo gritarlo sin complejos, aunque los 80 tampoco están muy bien vistos, en algunos círculos...No se puede complacer a todos, ni tampoco tiene una necesidad de ello, sobre todo a cierta edad.

Por otro lado, me gustan mucho los grupos que hacen versiones (aunque también sean criticados, en ocasiones, por falta de originalidad).Y, especialmente, me gustan aquellas versiones que le dan un toque diferente a la original, porque para hacer un plagio exacto de ésta, ya tenemos la primera...



jueves, 7 de marzo de 2013

En la salud y en la enfermedad

Hay muchos tipos de enfermedades: Tenemos las físicas, las más conocidas, aunque posiblemente las menos comunes. Luego están las mentales, las anímicas y las psicosomáticas (que son las menos detectadas aunque las más frecuentes). Otro capítulo serían las enfermedades mortales, pero de estas no quiero hablar.
Estar enfermo es un estado metafísico en el sentido etimológico del término, es algo que va más allá de la física, un estado aparte que condiciona todo lo demás. Estar enfermo es una distorsión en algún sentido. Cuando estamos enfermos, el dolor o el malestar determinan todo lo demás y cuando uno se recupera todo aquello queda lejano e incomprensible. Una sensación muy habitual es pensar cuando estamos enfermos en lo poco que apreciábamos el simple hecho de encontranos bien antes de caer enfermos (o de encontranos mal). Y volver a olvidarnos en cuanto nos sentimos mejor.
Encontrarse bien no es necesariamente un síntoma de no estar enfermo. Yo he estado enferma muchas veces, la mayoría de las veces ha sido por agotamiento (mental, físico o ambos) y en la mayor parte de los casos producto de una situación de gran estrés, pero paradójicamente no me he sentido mal hasta que el foco generante de estrés  ha desaparecido. Es decir, cuando he parado.
La enfermedad da para mucho: a veces nos ponemos enfermos, a veces fingimos que estamos enfermos, a veces creemos que estamos enfermos porque eso nos proporciona una excusa para dejar de hacer algo que en realidad no queremos hacer.


Creo que he heredado de mi madre la atracción por los médicos. En el caso de mi madre siempre he pensado que venía de una especie de relación edíptica con su hermano (que es médico) que representaba la figura paterna (de forma precaria y siempre esgrimiendo la promesa de hacerlo mejor en un futuro que nunca llegó). En el mío supongo que además proviene de la necesidad de que me cuiden unida a la incapacidad para dejar que lo hagan.
Y como me he cansado de hablar de enfermedades y si enlazo con la inmimente desaparición de la sanidad pública no acabaré nunca, terminaré con una cita de Jiddu Krishnamurti
"No es signo de salud el estar bien adaptado a una sociedad enferma."

jueves, 7 de febrero de 2013

No man can eat 50 eggs

Desde siempre he sentido aversión a la uniformidad. Tal vez porque llevé uniforme en el colegio (durante 11 años fui a un colegio de monjas donde estas amargadas mujeres no sólo pretendían uniformarnos en cuanto a la ropa, sino en cuanto a nuestro pensamiento; también mis propias compañeras se sentían más cómodas bajo el abrigo  de un grupo homogéneo donde destacar en cualquier aspecto era malo). Tal vez por mi espíritu de rebeldía. Tal vez por ambas cosas o por ninguna de ellas.

Así que desde que recuerdo he huido de las modas, de "lo que se lleva", de lo que "es tendencia", pese a que muchas veces me he encontrado con gente deseosa de cambiar mi estilo siempre hacia la misma dirección, la que lleva todo el mundo. Nunca me ha quedado claro si es porque la gente desconfía de lo diferente, de lo que no comprende o simplemente es que me consideran una hortera y es una muestra (desde su ingenuidad) de cariño. Probablemente una de estas dos razones o ambas sean las mismas que empujan a la estas mismas personas a tratar de uniformar mi pensamiento llevándolo al terreno de lo convencional, de lo que "está bien pensar" o de "el (único) modo" de comportarse...

Todo esto sumado a un espíritu de contradicción hace a menudo que ciertas cosas que siempre me han gustado pasen a repatearme por el simple hecho de copar los escaparates de Zara, Mango, Blanco, etc o vestir a toda la galería de zombies-figurines con la que me topo en la calle y el metro, que parecen haber descubierto a la vez una prenda o un estampado.

Entre las cosas que me encantaban hasta que se han puesto de moda se encuentran por ejemplo: los chicos con camisas de cuadros ligeramente entalladas, los labios pintados de rojo, el estampado de leopardo, los gorros rusos tipo siberiano...También me pasa con algunos grupos de música, escritores o directores de cine, pero en menor grado. A veces me pregunto si no seré una snob.

Y para finalizar, os dejo un regalo para la vista: Paul Newman poniendo de moda los huevos cocidos, aunque nada más alejado de Cool Hand Luke que el borreguismo o el snobismo. (No he logrado encontrar esta escena en versión original, pero se agradecen contribuciones si es que alguien más que yo lee de vez en cuando esta sarta de pajas mentales).


 

martes, 22 de enero de 2013

When I was young

Recuerdo oír a mi madre cuando yo era adolescente comentar con sus amigas, con cierta extrañeza y algo de orgullo, que sus mejores años habían sido los treinta y tantos. Por aquel entonces esa edad me quedaba lejísimos ya que alguien mayor de 20 años me parecía un anciano decrépito. Fui creciendo y comprobando que el tiempo pasa bastante rápido y con gran sorpresa me planté en los 25, sin tener la vida resuelta ni sentirme en absoluto como imaginaba que se sentiría una persona adulta (con las ideas claras, ganas de formar una familia, una profesión que me hiciera sentirme realizada o una residencia estable), algo que tampoco parecía ocurrir en mi círculo de amigos. Aunque si bien es cierto que en esa época sí hubo un punto de inflexión al irme de casa y empezar a ser totalmente autónoma, desde entonces, he saltado de una casa a otra, de una ciudad a otra, de un trabajo (basura) a otro y de una relación a otra sin orden ni concierto. En realidad nunca he dejado de sentirme con un pie en la adolescencia, ni he sentido la más mínima tentación de hacerlo.

Hace unos años empecé a trabajar con niños y me llamaba la atención especialmente el hecho de que mientras que yo les veía a ellos como una igual, ellos me miraban como una adulta, como una de "los malos". Porque no nos engañemos, cuando somos pequeños, todos los adultos (incluso los que más admiramos) nos resultan un fastidio; ellos son los que nos imponen normas y nos obligan a cumplirlas, los que nos impiden hacer lo que deseamos, los que nos regañan y castigan, en definitiva, "los otros", "los malos". Creo que entonces empecé a hacerme consciente de que ya no era una niña y que por alguna extraña razón, el resto de la gente esperaba que me comportara como una adulta.

El caso es que independientemente de la edad que yo sienta tener o aparente, tengo 33 años y no me preocupa demasiado el asunto. Mi vida no ha cambiado apenas en los últimos 8 años y, aunque mi memoria ya no es portentosa y mis resacas son mucho más fuertes, sí que noto algo que debe ser eso a lo que la gente se refiere como "madurar". He aprendido a no darle importancia a cosas irrelevantes, a pensar antes de hablar, a esperar el momento adecuado, a no darlo todo tan rápido, a recibir, a mentir o a no decir toda la verdad, a ser más tolerante y más generosa, a quererme un poco más, a querer mejor.

La verdad es que esto de hacerse mayor, no está tan mal. Al final tendré que darle la razón a mi madre.

jueves, 3 de enero de 2013

In-A-Gadda-Da-Vida


Hace dos años por estas fechas estaba revolviendo en la "Librería Don Quijote" en Oviedo, cuando apareció ante mis ojos el disco In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Buterfly a muy buen precio. En esa época yo no tenía tocadiscos (y mis circunstancias personales no favorecían una próxima adquisición), pero me gustaba mirar los discos mientras fantaseaba con la idea de hacerme con uno y con los discos que me compraría. En esa época, además, estaba absoluta y perdidamente enamorada y me pareció una idea genial comprarle al sujeto en cuestión el disco como regalo de Reyes (está bien, soy una anticonsumista de pega) y así lo hice.



Dicen las malas lenguas que Doug Ingle, cantante y teclista, se encontraba bajo los efectos del LSD y durante el ensayo sustituyó en la letra original "In the garden of Eden" por "In-A-Gadda- Da-Vida" lo que llevaría a cambiar el título de la canción y del album. Según parece, se dejaron llevar en el ensayo, de tal forma que acabó convirtiéndose en un temazo de 17 minutos, que fue recogido en una grabación y no hubo necesidad de repetir ni retocar.
Aunque la versión oficial del grupo fue que el baterista Ron Husby, que estaba escuchando el tema con unos cascos, entendió mal al preguntar por el título, cambiándolo por "In-A-Gadda- Da-Vida", pero dado que el cambio no fue sólo en el título sino también en la letra de la canción, esta versión se cae por su propio peso.

El caso es que le entregué su regalo al susodicho, pero como esto no es un cuento, no fuimos felices ni comimos perdices, es más, me atrevería a afirmar que ese fue el principio del fin (aunque sé que esto es lo que más os interesa, el pudor y la pereza me impiden detallar los sucios pormenores). Pasó el tiempo y, al fin pude hacerme con un plato y mi afición a cotillear entre los discos de tiendas, rastros y mercadillos siguió, pero ya no me limitaba a mirar o a comprar para los demás, y empecé a comprarme discos para mí. Entre regalos, gangas y caprichos he llegado a tener una mini-colección bastante decente para el poco tiempo que llevo, pero me falta un disco muy importante, como podéis imaginar se trata de In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Buterfly y no es que no me lo haya encontrado más de una vez entre discos polvorientos, (siempre acompañado de un vuelco al corazón y una enorme nostalgia), es que simplemente estoy esperando a que alguien me lo regale a mí.